google.com, pub-9878019692505154, DIRECT, f08c47fec0942fa0 Cuba Inglesa: Roberto Álvarez Quiñones
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jueves, 9 de diciembre de 2010

Cuba y el encanto socialista

por Roberto Alvarez Quiñones

La persistente complacencia de los sectores más radicales de la “izquierda carnívora” –así llamada por Mario Vargas Llosa para diferenciarla de la “vegetariana” socialdemócrata-- con la dictadura castrista y su desprecio por el pueblo de Cuba y sus disidentes, tiene un sello ideológico tan desfasado como irracional.

Ella considera que el anticapitalismo de los hermanos Castro –que dentro de tres semanas cumplirán 52 años en el poder-- es suficiente para perdonarles, y quienes nos marchamos al exilio somos resentidos ingratos “que sangramos por la herida”.

lunes, 29 de noviembre de 2010

Dictadores buenos, dictadores malos (II y final)

por Roberto Alvarez Quiñones

No hay dictadores buenos y dictadores malos. Hay simplemente dictadores. Todos deben ser repudiados por igual, sea cual sea su afiliación política e ideológica. Quien gobierna por la fuerza y controla todos los poderes públicos, sin someterse al escrutinio popular, deviene negación de la democracia y hace regresar la sociedad a la Edad Antigua. Como decía Simón Bolívar, “huid del país donde uno solo ejerce todos los poderes: es un país de esclavos”.

domingo, 28 de noviembre de 2010

Dictadores buenos, dictadores malos (I)

por Roberto Alvarez Quiñones

¿Por qué los medios de difusión y los políticos de casi todo el mundo se refieren a Augusto Pinochet como el ex dictador chileno, y a Fidel Castro como el ex presidente cubano?

¿En qué proceso electoral fue elegido presidente de Cuba el general Raúl Castro? ¿En cuáles comicios democráticos fue electo antes su hermano Fidel?

domingo, 7 de noviembre de 2010

Cuba, la monarquía cincuentenaria

por Roberto Álvarez Quiñones

La monarquía castrista fue proclamada hace más de medio siglo, el 13 de febrero de 1959, cuando Castro I nombró a Castro II jefe de la Comandancia General de las FAR (segundo jefe militar del país luego de Fidel), pasándole por encima al comandante Camilo Cienfuegos.

A Camilo le correspondía el cargo porque era Jefe del Estado Mayor del Ejército Rebelde, el militar de mayor rango luego de Fidel, y porque era el héroe más destacado en la guerra contra la tiranía batistiana. Raúl, en cambio, apenas combatió y se dedicó a cobrar impuestos y organizar a los campesinos en la Sierra Cristal. Aquello fue la destitución de Cienfuegos –meses después “desapareció” misteriosamente--, disimulada para evitar la reacción que habría tenido en la población una destitución formal del legendario guerrillero, de quien Fidel no soportaba ya su arrolladora popularidad y su reticencia al comunismo.

Luego le pasaron por encima al Che Guevara. Al crearse las Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI) en 1962, luego al surgir el Partido Unido de la Revolución Socialista (PURSC) en 1963, y después el Partido Comunista en 1965, Fidel impuso en las tres ocasiones a Raúl como Segundo Secretario del Partido, pese a que el Che era mucho más capaz y estaba mejor preparado que Raúl para ese cargo.

Al aprobarse la Constitución socialista Castro inventó para su hermano el cargo de “Primer” Vicepresidente del Consejo de Estado y del Consejo de Ministros. No había antecedente ni en la Unión Soviética ni en ningún otro país comunista, ni siquiera en Corea del Norte, de la existencia de un “primer sustituto” constitucional. Y en febrero de 2008 se aplicó el plan dinástico, y por eso hay ahora una dictadura a cuatro manos.

Si hace algunos meses parecía que Fidel había sido relegado y había quedado para escribir tonterías en sus “reflexiones”, con su regreso a la palestra pública el Fuhrer ha querido dejar muy claro que él sigue ahí, sin el monopolio absoluto del gobierno que tuvo antes pero con el poder de veto que tiene como máxima autoridad constitucional de la isla.

Raúl, el sumiso “perrito faldero” de Fidel desde que eran niños, se encarga de administrar, oficio que aprendió en la tienda-almacén de su padre en Birán, tras ser expulsado del Colegio Belén por su ineptitud como estudiante.

En fin, que Cuba, donde escasean desde los alimentos hasta el papel higiénico, se puede dar el lujo de regalar un tirano y todavía le queda otro.

sábado, 6 de noviembre de 2010

Cuba, la farsa constitucional

por Roberto Álvarez Quiñones

La Constitución socialista cubana es una burla a la independencia de los poderes públicos postulada por el barón de Montesquieu en 1749 y que constituye la espina dorsal de la democracia moderna.

Es casi incomprensible cómo casi nadie se da cuenta –ni dentro ni fuera de Cuba– de esta flagrante aberración institucional: la Constitución cubana declara que el partido está por encima del Estado, pero la dirigencia del PCC no es elegida en las urnas, ni siquiera en una farsa como la elección de los diputados (candidatos por un único partido) que supuestamente eligen al Consejo de Estado (cuyos integrantes son escogidos previamente por los Castro).

Eso provoca un absurdo jurídico: el máximo poder político en la isla –– Buró Político del Partido y su Primer Secretario--, es constitucional pero ilegítimo porque no emana del sufragio del pueblo soberano de que hablaba Jean Jacques Rousseau.

A ese tecnicismo constitucional se acogió el comandante cuando cedió su cargo de presidente a su hermano Raúl, pues él seguiría siendo el “número uno”, por ser el jefe del partido.

Sin embargo, el mundo sí creyó que Raúl pasaba a ser el nuevo líder. Recuerdo, entre otros, el titular del diario hispano La Opinión, de Los Angeles: “Castro se hace a un lado”.

La secretaria de Estado de Estados Unidos, Hillary Clinton, ha declarado que las opiniones de Fidel Castro sobre Obama y su hostilidad contra cualquier posible acercamiento de Washington a La Habana no cuentan, sino lo que diga y haga el gobierno de Raúl Castro. La señora Clinton se equivoca, lo que dice Castro I sí cuenta y tiene fuerza de ley.

Esta falsa percepción internacional de la realidad cubana se debe al desconocimiento de la Constitución vigente y a que los gobiernos tratan a Cuba con las normas y la lógica que rigen para una nación normal. Pero sobre todo, porque los gobiernos populistas latinoamericanos y el gobierno socialista de España insisten en vender la idea de que en la isla se ha iniciado una nueva era de cambios.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Dos dictadores a la vez

por Roberto Álvarez Quiñones

Con la mejoría de la salud de Fidel Castro, que ya se viste otra vez de militar y vuelve a torturar a todos con discursos de más de una hora, Cuba se ha reafirmado como el único país en el mundo que tiene dos dictadores que gobiernan al mismo tiempo y que cumplen sus funciones al amparo de una Constitución.

No se registra nada igual en la historia moderna. Lo más parecido fue la tiranía compartida de los hermanos Somoza Debayle en Nicaragua durante 23 años, luego de la muerte de su padre en un atentado en 1956. Y digo sólo parecido, porque cuando Luis Somoza era jefe de Estado y su hermano Anastasio “Tachito” el jefe militar, la Constitución nicaragüense no consagraba al jefe de la Guardia Nacional como número uno de la nación, aunque de hecho lo era.

Ha habido dinastías de facto en las que el “hijo de papá” ha asumido el poder cuando el tirano ha muerto, pero nunca dos dictadores a la vez. En Corea del Norte, cuando murió en 1994 el dios terrenal Kim Il Sun, fue sustituido por su hijo Kim Jon Il, y en Siria el actual mandatario Bashar al-Assad asumió la jefatura del Estado cuando murió su padre, Hafez al-Assad, en 2000.

En Haití, al morir Francois Duvalier (“Papá Doc”) en 1971 dejó a su hijo Jean-Claude (“Baby Doc”) la batuta manchada con la sangre de 30,000 haitianos. En la República Democrática del Congo, cuando asesinaron al hombre fuerte Laurent-Desiré Kabila, en 2001, subió al poder su hijo Joseph Kabila.

El caso de Cuba es diferente y peculiar. La Carta Magna de 1976 declara que el presidente del Consejo de Estado y del Consejo de Ministros es el jefe de Estado y de gobierno, pero también establece que la máxima instancia de poder en la nación es el Partido Comunista de Cuba (PCC), que califica de “Rector de la sociedad”.

Aunque en la Unión Soviética y demás países comunistas el “número uno” también era el secretario general del Partido, el presidente del gobierno no tenía poder alguno, excepto cuando la misma persona ostentaba ambos cargos a la vez (fueron los casos de Mao Tse Tung, José Stalin, Nikita Kruschev, Kim Il Sun, Ho Chi Minh y otros líderes).

Hasta 1976 en Cuba hubo un presidente, Osvaldo Dorticós, que no decidía nada. Pero Raúl sí toma decisiones, aunque con la aprobación de su hermano, que tiene poder de veto. Por eso hay en la isla una dualidad dictatorial.

martes, 26 de octubre de 2010

Fascismo y comunismo: ¡Al ladrón! (III y final)

por Roberto Álvarez Quiñones

La expansión territorial nazi tuvo lugar mediante la guerra más sangrienta ocurrida jamás, y los crímenes más atroces, pero el comunismo, desde sus orígenes, igualmente planteó establecer la dictadura del proletariado a nivel planetario por medio de la violencia y no por la vía democrática de las urnas.

Desde la Internacional Comunista dirigida por Carlos Marx, el comunismo propugna la revolución social para imponerse a como dé lugar. Como decía el Che Guevara, convertir a cada revolucionario en “una perfecta máquina de matar”. La Unión Soviética expandió el socialismo a punta de bayoneta por Europa del Este y parte de Asia. Cuba desde los años 60 diseminó por Latinoamérica guerrillas rurales y urbanas que asaltaban bancos y cometían atentados terroristas. El plan de Castro y el Che era imponer continentalmente el comunismo.

En cuanto a represión, los nazis sobrepasaron todos los límites del horror, pero Stalin, Mao, Pol Pot, etcétera, no fueron monjitas de la caridad. Mataron o provocaron la muerte por hambre de cien millones de personas, según el Libro negro del comunismo, un estudio realizado por profesores europeos, casi todos de izquierda, y publicado en 1997.

En Cuba, según fuentes independientes, han sido fusilados unos 5,500 opositores desde 1959, muchos in situ, sin proceso legal alguno. En los diez meses que estuvo al frente de la Fortaleza de La Cabaña, el Che Guevara ordenó la ejecución de 209 opositores sin el debido proceso legal, a muchos de los cuales él voluntariamente dio el tiro de gracia en la cabeza, con su propia pistola.

El 17 de abril de 1961, horas después de Castro declarar el carácter comunista de la revolución y mientras desembarcaba una brigada de cubanos exiliados por Bahía de Cochinos, fueron arrestados y enviados a instalaciones y campos de concentración unos 340,000 ciudadanos, sin juicio, sólo porque no simpatizaban con el gobierno.

Entre 1960 y 1971 miles de familias campesinas fueron sacadas de sus hogares y tierras en la provincia central de Las Villas, donde unos 3,000 opositores se alzaron en armas contra Castro en los años 60, y reubicadas a la fuerza en la provincia occidental de Pinar del Río, a 400 kilómetros de distancia, lo que generó los llamados Pueblos Cautivos, 21 en total, aldeas-presidios al estilo de las de Siberia durante la época de Stalin. Muchas de las mujeres fueron sacadas de esos pueblos cautivos y llevadas con sus hijos para el reparto Miramar, en La Habana, separando a las familias como en Cambodia.

Hoy las torturas psicológicas y físicas siguen vigentes en Cuba. La frase “pásale la mano” es común entre los jefes de prisiones para ordenar palizas a los presos de conciencia “que no se portan bien”.

En fin, parafraseando a José Martí –y salvando las circunstancias y el simbolismo patriótico de la frase martiana— es evidente que el comunismo y el fascismo son del totalitarismo las dos alas. O dicho popularmente, son el mismo perro con diferente collar.

sábado, 23 de octubre de 2010

Fascismo y comunismo: ¡Al ladrón! (II)

por Roberto Álvarez Quiñones

Ya se sabe: El líder y el partido fascistas siembran en la población el odio a un enemigo imaginario, interior o exterior, para alentar el nacionalismo. La desinformación, la manipulación y la represión son los pilares básicos del sistema. Se identifica al líder supremo con la nación.

No se suprime la propiedad privada, pero las industrias son obligadas a producir lo que el gobierno les ordena, y así quedan ensambladas al Estado. Los pequeños y medianos negocios se mantienen independientes, aunque pueden ser sometidos a las directrices fascistas.

El Estado paternalista interviene en todos los aspectos de la vida del individuo, al que libera de su “miedo a la libertad”, al decir del psicólogo y filósofo alemán Erich Fromm. No existen los derechos individuales.

Hay algunas diferencias entre el fascismo alemán y el italiano. Este último se basa en el Estado como su piedra angular, al que considera el espíritu del pueblo.

El nationalsozialismus (nazismo), aunque estatista igualmente, tiene como eje gravitacional lo que el historiador polaco-judío Zeev Sternhell denomina el “determinismo biológico”, o sea, la “raza superior”, una corrupción grotesca del principio darwinista de la evolución de las especies. Se trata de un racismo demencial que canalizó el exterminio de los judíos y de los seres “inferiores” al ario alemán, el superhombre de que hablaba el filósofo racista Friedrich Nietzsche.

Mussolini resumía la filosofía fascista con una frase: “Todo en el Estado, nada contra el Estado, nada fuera del Estado”.

En junio de 1961, Fidel Castro repitió esa misma frase al trazar la política cultural cubana: “Dentro de la revolución (léase Estado) todo, contra la revolución, nada, ningún derecho”. ¿Casualidad? No lo creo, Castro en su juventud fue un gran admirador de Mussolini.

viernes, 22 de octubre de 2010

Fascismo y comunismo: ¡Al ladrón! (I)

por Roberto Álvarez Quiñones

El régimen de los hermanos Castro, y Hugo Chávez y sus acólitos, acostumbran a calificar de fascistas a quienes los critican y se pronuncian contra los regímenes dictatoriales y autoritarios. Esta práctica castro-chavista evoca la vieja táctica del caco que, huyendo de la policía a toda prisa, va gritando “¡Al ladrón, al ladrón…!” para escapar ileso.

Porque si alguien no debe acusar a nadie de fascista es precisamente un comunista. El socialismo marxista (comunismo) y el fascismo son hermanos siameses que se parecen tanto entre sí como dos gotas de agua. Lo que pasa aquí es que por razones ideológicas son poquísimos los historiadores y sociólogos que han comparado estas dos máximas expresiones del totalitarismo moderno.

La filósofa y politóloga alemana –de origen judío– Hannah Arendt sí hizo la comparación, y en Los orígenes del totalitarismo, publicado en 1951, mostró que estos dos experimentos sociales que vapulearon al siglo XX son hermanos gemelos.

Si nos remitimos a las enciclopedias y a los ensayos sobre el tema, el fascismo es una ideología política que plantea el colectivismo por encima del individualismo, coloca al Estado y la nación por encima de individuo, rechaza la “democracia burguesa”, el libre mercado, la competencia capitalista y suprime todos los partidos políticos excepto el fascista, encargado de construir una sociedad perfecta.

El partido y el gobierno fascistas exigen total obediencia a las masas, a las que adoctrinan para la formación de un “hombre nuevo” superior y sumiso que será el protagonista de la sociedad nueva que se construye. El Estado asume el control absoluto de los medios de comunicación, suprime la libertad de prensa y crea una gran maquinaria de propaganda que machaca la superioridad del fascismo y exalta al líder supremo, en el que se concentran todos los poderes del país, cual emperador romano.

A propósito, es importante destacar que al finalizar la Primera Guerra Mundial, aunque Italia fue uno de los aliados vencedores, no recibió mucho crédito por ello. Benito Mussolini exacerbó ese resentimiento italiano e impulsó un nacionalismo revanchista que canalizó en 1919 al crear los “Fasci Italiani di Combattimento”, grupos armados que en 1920 pasaron a ser el Partido Nacional Fascista de Italia. Mussolini soñaba con un renacimiento del Imperio Romano y se inspiraba en los antiguos césares. Por eso levantaba su brazo derecho para saludar, como en la Roma imperial. Hitler luego haría lo mismo.

Meloni: ¿Oportunista o fanática?

  Carlos Alberto Montaner En los años 1959, 60 y 61 se referían en Cuba a los “melones políticos” como alguien que era verde por fuera y roj...