En Pan con tomates verdes y otros cuentos (Editorial Silueta, Miami, 2010) la realidad es un libro abierto que persigue al lector página tras página, en una trayectoria hacia la crudeza de los orígenes, del hombre cercado por el embate de los elementos y la insistente presencia de la adversidad. La adversidad de la Isla, de “la maldita circunstancia del agua por todas partes”, es aquí testigo presencial, telón de fondo y protagonista indiscutible. Todo se confabula en los relatos de este cuaderno de escritura precisa y ágil, descarnada y pujante, para ejemplificar la frase tal vez más utilizada por los cubanos en el último medio siglo: “No es fácil”. No es fácil vivir en la Cuba de los hermanos Castro.
En cualquier caso, en este, su último libro publicado, Pedro Merino (La Habana, 1967) consigue morder el pan de la adversidad y degustar sus jugos interiores, para recrear desde la experiencia concreta la sorprendente serie de escaramuzas y colisiones que constituyen el teatro del absurdo castrista. No en balde este escritor de prosa milimétrica y desafiante, relativamente desconocido en los predios de la narrativa cubana contemporánea, obtuvo en el año 2003 el Premio de Novela Breve Juan March en España, con el volumen Quinta de la Caridad (Operación Fula): en los cuentos de Merino no hay tiempo para perder en redundancias estéticas o en las derivas de un lenguaje transgresor, porque la transgresión está dada en la desbordante intensidad de la anécdota misma, de las situaciones y circunstancias que el lenguaje escogido por el narrador, armoniosamente adaptado a la realidad que describe, prácticamente empuja en las mentes de los lectores. Estamos ante un escritor que sabe lo que quiere, pero también sabe lo que hace.
Así, a través de una técnica narrativa en la que el punto y seguido sucesivo y la oración breve –en ocasiones sin sujeto presente— articulan los párrafos, transcurre airosa la anécdota pasajera. Porque la propia realidad, como conjunto, es siempre pasajera en Cuba. El tiempo no existe y los acontecimientos se suceden en su deambular inoperante, como si la vida misma desfilara al margen de los cuerpos y los escenarios, en otra dimensión ausente. En este sentido, Merino traduce fielmente la miserable realidad del castrismo –realismo sucio por partida doble—, con sangre fría y despiadada precisión. Parafraseando a Bill Clinton, aquí cabe exclamar: “No es la forma, es el contenido (es la economía), hipercrítico”.
Una vez más, Editorial Silueta da en el blanco con un libro en el que la Cuba totalitaria sale muy mal parada, como le corresponde salir, y la literatura termina ganando. En el que la anécdota, las anécdotas, preponderan sobre la mera forma. Contenido puro y duro. Realismo inevitable.
Así, a través de una técnica narrativa en la que el punto y seguido sucesivo y la oración breve –en ocasiones sin sujeto presente— articulan los párrafos, transcurre airosa la anécdota pasajera. Porque la propia realidad, como conjunto, es siempre pasajera en Cuba. El tiempo no existe y los acontecimientos se suceden en su deambular inoperante, como si la vida misma desfilara al margen de los cuerpos y los escenarios, en otra dimensión ausente. En este sentido, Merino traduce fielmente la miserable realidad del castrismo –realismo sucio por partida doble—, con sangre fría y despiadada precisión. Parafraseando a Bill Clinton, aquí cabe exclamar: “No es la forma, es el contenido (es la economía), hipercrítico”.
Una vez más, Editorial Silueta da en el blanco con un libro en el que la Cuba totalitaria sale muy mal parada, como le corresponde salir, y la literatura termina ganando. En el que la anécdota, las anécdotas, preponderan sobre la mera forma. Contenido puro y duro. Realismo inevitable.