Las Palabras fue el título con que Sartre nombró su autobiografía. Muy significativa la denominación porque incluso la filosofía existencialista que profesó se fundamentó en la puesta en marcha de un sistema de palabras: “la existencia precede a la esencia”, “el hombre está condenado a ser libre”, “la vida no tiene sentido”. Una jugada racional que destruye todo el encanto del mundo de Alicia, de su espacio. Lewis Carroll estaba en lo cierto cuando afirmaba que la fatídica situación de un niño, de la niñez y la infancia, es la de su llegada a la adultez: con la llegada de la adultez el ser humano va sustituyendo el lenguaje de las imágenes por las palabras y, desde entonces, vive subordinado a ellas, sometido al mundo de las construcciones verbales. El adulto que fue el niño entra ahora de lleno en el mundo de las racionalizaciones y las mentiras y va olvidando, de manera subrepticia, las paradojas de la vida.
Allí donde el espacio se presta a la libertad, las palabras no existen. Es por eso que grandes poetas y escritores ansían volver, en algún momento de su vida, a la infancia, a esa vista-recordación de las antiguas imágenes. ¿Es Erótica también un reencuentro con la niñez olvidada? Veo incurrir a Erótica en una imagen exiliada; una imagen que se va al olvido para retornar nuevamente.
Con las palabras se entra de lleno al exilio. Con las palabras el hombre se expulsa a sí mismo de su espacio natural. Y es mediante el simbolismo verbal evocado desde la imaginación que Erótica se vuelve por naturaleza un documento literario para el exiliado. Esta es otra observación que puedo hacerle a la novela Erótica, de Armando Añel: trata desmitificar el origen del trópico, los apoyos verbales, la hipnosis arrolladora, acentuando e incorporando, como contrapartida metafórica y simbólica, un lenguaje de exilio. Erótica es un lenguaje de exilio en tanto se contrapone como geografía y espacio al metarrelato histórico. De ahí también la alternativa que subyace en el imaginario de Playa Hedónica. ¿En qué sentido? En que la Historia impone esclavitud y el espacio libertad, es decir, esto cabe muy bien dentro de la sentencia de Nietzsche: “Dios ha muerto y el hombre es libre”.
En otras palabras, la Historia ha muerto y el hombre tiene por delante todo el espacio para la libertad. La metáfora de Playa Hedónica viene dada, presumo, por esa instancia del espacio que los interesados en su crecimiento personal pueden ir cultivando, primero, en su interior.
Allí donde el espacio se presta a la libertad, las palabras no existen. Es por eso que grandes poetas y escritores ansían volver, en algún momento de su vida, a la infancia, a esa vista-recordación de las antiguas imágenes. ¿Es Erótica también un reencuentro con la niñez olvidada? Veo incurrir a Erótica en una imagen exiliada; una imagen que se va al olvido para retornar nuevamente.
Con las palabras se entra de lleno al exilio. Con las palabras el hombre se expulsa a sí mismo de su espacio natural. Y es mediante el simbolismo verbal evocado desde la imaginación que Erótica se vuelve por naturaleza un documento literario para el exiliado. Esta es otra observación que puedo hacerle a la novela Erótica, de Armando Añel: trata desmitificar el origen del trópico, los apoyos verbales, la hipnosis arrolladora, acentuando e incorporando, como contrapartida metafórica y simbólica, un lenguaje de exilio. Erótica es un lenguaje de exilio en tanto se contrapone como geografía y espacio al metarrelato histórico. De ahí también la alternativa que subyace en el imaginario de Playa Hedónica. ¿En qué sentido? En que la Historia impone esclavitud y el espacio libertad, es decir, esto cabe muy bien dentro de la sentencia de Nietzsche: “Dios ha muerto y el hombre es libre”.
En otras palabras, la Historia ha muerto y el hombre tiene por delante todo el espacio para la libertad. La metáfora de Playa Hedónica viene dada, presumo, por esa instancia del espacio que los interesados en su crecimiento personal pueden ir cultivando, primero, en su interior.