“The Mob has plans. The cops have plans. Gordon's got plans. They're schemers. Schemers trying to control their little worlds. I'm not a schemer. I try to show the schemers how pathetic their attempts to control things really are”.
The Joker, en The Dark Night
The Joker, en The Dark Night
Cualquier idiota puede salir en zafarrancho de combate a desafiar la ley de la gravedad hasta que le rajen la cabeza de una pedrada. Lo mismo ocurre en el terreno económico cuando a algún gobierno se le mete entre ceja y ceja la mala idea de pelearse con las leyes económicas. Prueba de lo anterior es la reciente advertencia del gobierno cubano, al anunciar las reformas económicas a ser discutidas en el próximo Congreso del Partido Comunista, de que al mercado “no se le harán concesiones”, junto a los corolarios de que “la planificación centralizada continuará rigiendo la economía” y de que no se va a “ceder” la propiedad, sino a cambiar la forma de administrarla.
Concesión es el permiso que otorga una entidad a otra para que realice determinado trabajo. Sin embargo, las leyes de la oferta y la demanda que rigen el funcionamiento de cualquier mercado no necesitan de ninguna autorización gubernamental para hacer su trabajo, ya que por definición existen con independencia de la voluntad de los hombres. Por eso, cuando proliferan las trabas al mecanismo de mercado en la economía formal, éste sencillamente se transmuta en mercado negro. Ello permite a las leyes de la oferta y la demanda continuar ejerciendo su función en la asignación de precios a pesar de las acciones del Estado para impedirlo en la economía formal.
El resultado es un círculo vicioso. La represión económica del gobierno trata de suprimir la libertad de los agentes pero, al hacerlo, los empuja hacia la economía informal y el mercado negro, que los agentes utilizan como mecanismos compensatorios. Es por eso que tratar de suprimir las leyes de la oferta y la demanda resulta un ejercicio tan fútil como la orden de Calígula a sus legiones de que atacasen con lanzas y espadas al mar, para vengarse del Dios Neptuno. El gobierno cubano no acaba de comprender que las medidas represivas solo sirven para echarle mas leña al fuego de la ineficiencia, la improductividad y la corrupción, y que para arreglar la economía se necesita restaurar la libertad de agencia y elevar el nivel de eficiencia en la economía formal. Para lograrlo hay que ceder la propiedad.
Concesión es también el efecto de dar o no la razón sobre un tema, y quizás sea aquí donde el gobierno cubano no quiera hacer concesiones a la lógica económica. Recordemos que la nomenclatura maneja la economía políticamente y que ha mantenido una postura de indiferencia frente a la irracionalidad económica, mientras que esta no interfiera el objetivo estratégico de preservar el poder. Sin embargo, en vista del agravamiento de la crisis en los últimos dos años, pareciera que la economía ya pasó esa línea roja. No obstante, las mismas posturas contra el mecanismo de mercado y la propiedad privada parecen continuar imperturbables. Lo anterior significa que no habrá recuperación a la crisis y que las probabilidades de un cambio de régimen continúan en ascenso.
En realidad, son el mercado y sus leyes de la oferta y la demanda los que no le hacen concesiones a los gobernantes cubanos. Principalmente, porque en gran parte es como consecuencia del accionar de esas mismas leyes que la economía formal fenece, mientras la economía informal florece a la sombra del desastre. Cuando los precios del mercado negro superan los precios regulados del mercado estatal reflejan las verdaderas condiciones de escasez y los verdaderos costos de producción. Estos precios envían el mensaje “prodúceme” a los empresarios de la economía informal, para que aumenten la oferta del producto o servicio en cuestión. El mercado negro actúa para producir una armonía de las decisiones de producción con el deseo de los consumidores, como contrapartida a una distorsionada economía formal que opera bajo la camisa de fuerza de la burocracia.
Y aunque el gobierno cubano continúe dando pasos tácticos para “ajustar el modelo” ante una economía que se desploma junto a todos sus sectores productivos, sus líderes no dejan de ver las cosas bajo el prisma ideológico del estalinismo. Esto los lleva a subordinar lo económico a lo político pero también a ignorar las consecuencias de leyes económicas fundamentales. Irremediablemente, con independencia de lo que piensen o hagan los gobernantes, más tarde o más temprano, las leyes del mercado también zumbarán su pedrada. Contabilícense, por ejemplo, las decrecientes producciones de azúcar, tabaco, café y la insuficiencia del turismo, las remesas y la exportación de servicios, y se verá que la economía de la Isla sufre de una crisis de oferta o insuficiencia productiva innata. En otras palabras, la ratonera cubana no caza ratones, no funciona.
Concesión es el permiso que otorga una entidad a otra para que realice determinado trabajo. Sin embargo, las leyes de la oferta y la demanda que rigen el funcionamiento de cualquier mercado no necesitan de ninguna autorización gubernamental para hacer su trabajo, ya que por definición existen con independencia de la voluntad de los hombres. Por eso, cuando proliferan las trabas al mecanismo de mercado en la economía formal, éste sencillamente se transmuta en mercado negro. Ello permite a las leyes de la oferta y la demanda continuar ejerciendo su función en la asignación de precios a pesar de las acciones del Estado para impedirlo en la economía formal.
El resultado es un círculo vicioso. La represión económica del gobierno trata de suprimir la libertad de los agentes pero, al hacerlo, los empuja hacia la economía informal y el mercado negro, que los agentes utilizan como mecanismos compensatorios. Es por eso que tratar de suprimir las leyes de la oferta y la demanda resulta un ejercicio tan fútil como la orden de Calígula a sus legiones de que atacasen con lanzas y espadas al mar, para vengarse del Dios Neptuno. El gobierno cubano no acaba de comprender que las medidas represivas solo sirven para echarle mas leña al fuego de la ineficiencia, la improductividad y la corrupción, y que para arreglar la economía se necesita restaurar la libertad de agencia y elevar el nivel de eficiencia en la economía formal. Para lograrlo hay que ceder la propiedad.
Concesión es también el efecto de dar o no la razón sobre un tema, y quizás sea aquí donde el gobierno cubano no quiera hacer concesiones a la lógica económica. Recordemos que la nomenclatura maneja la economía políticamente y que ha mantenido una postura de indiferencia frente a la irracionalidad económica, mientras que esta no interfiera el objetivo estratégico de preservar el poder. Sin embargo, en vista del agravamiento de la crisis en los últimos dos años, pareciera que la economía ya pasó esa línea roja. No obstante, las mismas posturas contra el mecanismo de mercado y la propiedad privada parecen continuar imperturbables. Lo anterior significa que no habrá recuperación a la crisis y que las probabilidades de un cambio de régimen continúan en ascenso.
En realidad, son el mercado y sus leyes de la oferta y la demanda los que no le hacen concesiones a los gobernantes cubanos. Principalmente, porque en gran parte es como consecuencia del accionar de esas mismas leyes que la economía formal fenece, mientras la economía informal florece a la sombra del desastre. Cuando los precios del mercado negro superan los precios regulados del mercado estatal reflejan las verdaderas condiciones de escasez y los verdaderos costos de producción. Estos precios envían el mensaje “prodúceme” a los empresarios de la economía informal, para que aumenten la oferta del producto o servicio en cuestión. El mercado negro actúa para producir una armonía de las decisiones de producción con el deseo de los consumidores, como contrapartida a una distorsionada economía formal que opera bajo la camisa de fuerza de la burocracia.
Y aunque el gobierno cubano continúe dando pasos tácticos para “ajustar el modelo” ante una economía que se desploma junto a todos sus sectores productivos, sus líderes no dejan de ver las cosas bajo el prisma ideológico del estalinismo. Esto los lleva a subordinar lo económico a lo político pero también a ignorar las consecuencias de leyes económicas fundamentales. Irremediablemente, con independencia de lo que piensen o hagan los gobernantes, más tarde o más temprano, las leyes del mercado también zumbarán su pedrada. Contabilícense, por ejemplo, las decrecientes producciones de azúcar, tabaco, café y la insuficiencia del turismo, las remesas y la exportación de servicios, y se verá que la economía de la Isla sufre de una crisis de oferta o insuficiencia productiva innata. En otras palabras, la ratonera cubana no caza ratones, no funciona.