Se habla de los presos de la Primavera Negra, de Oscar Elías Biscet y de todos esos heroicos opositores que fueron condenados a largos años de prisión por el único delito de criticar al régimen comunista en Cuba. Pero no se habla de los que están presos acusados de cometer delitos contra los poderes del Estado, como Rafael Ibarra, presidente del Partido Democrático 30 de Noviembre, que ha cumplido 17 años de una condena de veinte que le impusieron en 1993, o de Armando Sosa, que desembarcó en Cuba con las armas en la mano en 1994 y fue condenado a treinta años de prisión, de los cuales ha cumplido 16. A Sosa no le han ofrecido liberarlo, pero Ibarra, igual que Biscet y otros, ha rechazado la oferta humillante transmitida por el cardenal Ortega --que parece más un funcionario del régimen que un representante de la Iglesia-- de que se le daría libertad si aceptaba ser deportado a España.
Los presos como Rafael Ibarra y Armando Sosa, entre otros, no son reconocidos como “prisioneros de conciencia” y por lo tanto son considerados “terroristas” por el régimen y por la mayoría de los medios de comunicación influenciados por la propaganda comunista. Aunque estos compatriotas son presos políticos también, lamentablemente la oposición pacífica y los organismos internacionales que defienden los derechos humanos los ignoran como si fueran criminales o leprosos. Ante esa nueva definición de la violencia, tan conveniente para el régimen, no me extrañaría que los héroes de nuestra independencia fueran considerados terroristas si vivieran en esta época, donde el oportunismo y la cobardía han contaminado los principios libertarios que nos inculcaron nuestros libertadores.
El uso de la violencia como método de lucha no es una alternativa viable, ni deseable ni recomendable, pero sí justificable ante un régimen que ha cerrado todos los caminos pacíficos para recuperar la libertad. Por eso no se debe criticar, mucho menos condenar, a los que cansados de esperar la usaron en el pasado o quieren usarla en el presente, sino al régimen que la provoca con sus crímenes, atropellos y negativas a democratizar el país. Al contrario, ellos merecen el apoyo de todos para que sean liberados incondicionalmente, porque también son presos políticos.
La falta de apego a la verdad y a la responsabilidad periodística es tan evidente ahora mismo que una gran parte de los medios de comunicación ha sucumbido a la publicidad liberticida. El noticiero de CNN en español, por ejemplo, en sus anuncios publicitarios considera al Che Guevara un “revolucionario ejemplar”, a ese que si estuviera vivo y tuviera el poder acabaría inmediatamente con todos los medios de comunicación y enviaría a la cárcel a todos los periodistas. Esta glorificación de la figura del Che por tan importante medio de comunicación, e incluso por parte de algunos presidentes latinoamericanos que se dicen demócratas y tienen la foto de ese terrorista internacional en sus salas de recepción, envía un mensaje peligroso a una juventud ignorante y desorientada: La vida de este revolucionario criminal debe ser imitada. Prácticamente lo mismo que hace Fidel Castro cuando obliga a los niños cubanos a decir cada mañana: “¡Pioneros por el comunismo, seremos como el Che!”.
En el marco de un mundo donde los principios libertarios y democráticos son constantemente asediados, ante la mirada indiferente de muchas democracias y la complicidad de no pocos medios de comunicación, se alza la voz de un grupo de presos políticos cubanos que se niegan a pagar su libertad con un destierro forzoso. En estos momentos Rafael Ibarra, Oscar Elías Biscet y otros están asumiendo la misma digna actitud de los presos políticos plantados que en 1977 se negaron a ser utilizados como mercancía publicitaria cuando denunciaron en un memorable y valiente documento: “Nuestra libertad tiene que darse sin condiciones, conforme a nuestra indoblegable posición histórica”.
Los presos como Rafael Ibarra y Armando Sosa, entre otros, no son reconocidos como “prisioneros de conciencia” y por lo tanto son considerados “terroristas” por el régimen y por la mayoría de los medios de comunicación influenciados por la propaganda comunista. Aunque estos compatriotas son presos políticos también, lamentablemente la oposición pacífica y los organismos internacionales que defienden los derechos humanos los ignoran como si fueran criminales o leprosos. Ante esa nueva definición de la violencia, tan conveniente para el régimen, no me extrañaría que los héroes de nuestra independencia fueran considerados terroristas si vivieran en esta época, donde el oportunismo y la cobardía han contaminado los principios libertarios que nos inculcaron nuestros libertadores.
El uso de la violencia como método de lucha no es una alternativa viable, ni deseable ni recomendable, pero sí justificable ante un régimen que ha cerrado todos los caminos pacíficos para recuperar la libertad. Por eso no se debe criticar, mucho menos condenar, a los que cansados de esperar la usaron en el pasado o quieren usarla en el presente, sino al régimen que la provoca con sus crímenes, atropellos y negativas a democratizar el país. Al contrario, ellos merecen el apoyo de todos para que sean liberados incondicionalmente, porque también son presos políticos.
La falta de apego a la verdad y a la responsabilidad periodística es tan evidente ahora mismo que una gran parte de los medios de comunicación ha sucumbido a la publicidad liberticida. El noticiero de CNN en español, por ejemplo, en sus anuncios publicitarios considera al Che Guevara un “revolucionario ejemplar”, a ese que si estuviera vivo y tuviera el poder acabaría inmediatamente con todos los medios de comunicación y enviaría a la cárcel a todos los periodistas. Esta glorificación de la figura del Che por tan importante medio de comunicación, e incluso por parte de algunos presidentes latinoamericanos que se dicen demócratas y tienen la foto de ese terrorista internacional en sus salas de recepción, envía un mensaje peligroso a una juventud ignorante y desorientada: La vida de este revolucionario criminal debe ser imitada. Prácticamente lo mismo que hace Fidel Castro cuando obliga a los niños cubanos a decir cada mañana: “¡Pioneros por el comunismo, seremos como el Che!”.
En el marco de un mundo donde los principios libertarios y democráticos son constantemente asediados, ante la mirada indiferente de muchas democracias y la complicidad de no pocos medios de comunicación, se alza la voz de un grupo de presos políticos cubanos que se niegan a pagar su libertad con un destierro forzoso. En estos momentos Rafael Ibarra, Oscar Elías Biscet y otros están asumiendo la misma digna actitud de los presos políticos plantados que en 1977 se negaron a ser utilizados como mercancía publicitaria cuando denunciaron en un memorable y valiente documento: “Nuestra libertad tiene que darse sin condiciones, conforme a nuestra indoblegable posición histórica”.