Escapaste en el instante
en que ya habías alcanzado tu definición mejor
y quedamos más solos, más inermes.
Ya estás allí donde aún es posible la fiesta innombrable.
A ambos lados del mar, la fiesta es otra cosa,
tan distinta a la que nos revelaste como un prodigio,
todo lo deseable. La casa de Trocadero
ya es pura oscuridad, un inmenso vacío.
Lo posible ha devenido su reverso.
No hay cafés habaneros en cuyas mesas
la conversación regalaba la encarnación
de los sueños y los deseos, la caricia de la plenitud.
Medimos el tiempo a partir de la distancia,
de la pérdida, de la soledad, a puras pisadas
en el corazón. Ya no encontramos tan súbito
al áureo patinador del Prado. Sólo somos arquitectos
de la memoria. Tus versos son la carta de marear
en la oscura noche del alma, tan inmensa luz.
En el fin de los fines ¿qué es esto?
Miami, 1 de diciembre del 2010