google.com, pub-9878019692505154, DIRECT, f08c47fec0942fa0 Cuba Inglesa: Escritura y domesticación cultural

lunes, 6 de diciembre de 2010

Escritura y domesticación cultural

por Ángel Velázquez Callejas

Un anónimo reseñó una idea que me parece sugestiva. El anónimo 12:37 del post Espectros de la cubanidad, dice:

Callejas (…) asume su disposición asimétrica con ciertas tendencias metafísicas que hacen que su propio metarrelato sea intradescendente desde una visión cosmopolita de la historia como relato disuelto. Que no concuerdan, pensemos en el caso ideal de una visión simétrica, una conexión filosófica o quizás psicológica, o sociohistoricista, una visión engendrada desde la fragua de lo insistente existente, una interpretación arrítmica pero con fuerza y pulso, que es en resumidas cuentas lo que cuenta y suma (sin restarle importancia a lo divisivo que puede resultar lo multiplicante disperso).

En realidad lo disperso a consecuencia de su exegesis persiste como una maroma en el viento invernal de la península. Si la península fuera lo que muchos hemos imaginado al tratar de descubrir su esencia, esa esencia persistirá más allá del columpio en el que el hijo de la muerte se mece, o desde el que el pájaro caga la cabeza del padre, el hijo y el espíritu santo.

La simetría no forma parte de la libertad. Cuando escribimos simétricamente todo el relato se presenta intrascendente; pierde vida, porque la vida no es simétrica. Decadencia de la escritura moderna occidental. Cuando lo “mágico real” o lo “real maravilloso” se impuso como escritura, Borges suspiró de alegría. No por eso su escritura deja de ser “una maroma en el viento invernal de la península”.

Esto se debe a que a través del humanismo literario, del ensayo y de la escritura fundacional --como la de Lezama, por citar un ejemplo--, el hombre ha sido sometido a la más severa domesticación y educación en los más mínimos detalles. La escritura fue un medio de comunicación aceptable que colaboró, en forma trascendental, a la enseñanza de los valores del humanismo. Hoy se presume que estos valores del humanismo están en desuso. La modernidad, según nos explica Peter Sloterdijk en su polémico ensayo Normas para el parque humano, mantuvo el acierto de contribuir durante un largo tiempo a un estatus tiránico, y que conservó hasta más no poder embelleciendo la mentalidad necesitada de libertad. La modernidad irrumpe bajo normas que establecen desmitificar una necesidad básica: la libertad. El valor que propagara el humanismo estará en dirección de resolver esta necesidad. Por eso los grandes ensayistas --y el ensayo nació como un género libertario, de expresión libre--, desde Montaigne hasta Alfonso Reyes, representan el canon imperativo de una expresión normada constitucionalista y fundacional. Sin embargo, más adelante, en este ensayo, Sloterdijk asegura que en los tiempos que corren el hombre por suerte ha abolido la necesidad y goza de plena libertad, pero padece desde lo más profundo del inconsciente la necesidad de libertad. Una paradoja que un novelista como Robert Musil supo recrear en el admirable e interminable relato de El hombre sin atributos.

En este sentido, la necesidad cobra un espacio, una esfera de protección sui generis; ha dado un giro, según Sloterdijk, cuando ahora forma parte de los atributos del ser. Es decir, la necesidad ha ido pasando casi imperceptiblemente de una fenomenología empírica a una fenomenología del espíritu. Entonces dos opciones le han sido deparadas al hombre sin que se dé cuenta del cambio: el suicidio o lanzarse a una carrera sin rumbo donde la escritura, los textos, la imágenes, lo avasallen para controlar los apetitos inicuos de lo que Nietzsche aseguró simbólicamente en la tragedia griega: el reparo a las virtudes y moralidades de un pasado en desuso.

Por su parte, Antonio Lastra nos relata de manera elocuente, en una serie de ensayos iluminadores, que el esfuerzo de Emerson como educador era alcanzar una escritura constitucional para la independencia de América. Desde luego, en América la voz de Emerson se levantó, pero como bien señala Lastra, no edificó un porvenir en Hispanoamérica. Ni Martí, ni Reyes ni Lezama, preocupados por una expresión legítima para América, pudieron establecer una escritura constitucional, fundacional. Lezama trataría con La expresión americana de reivindicar un espacio cultural de América en el mundo, pero esta domesticación textual, si es que se le puede llamar así en principio, contrajo eminentemente el peligro a la libertad. Cuando Nietzsche declaró “Dios ha muerto” estaba definiendo el comienzo de la crisis del humanismo, la certeza de que el sujeto/libertad se desligaba de su antigua forma de humanización. Entonces, del texto, de la forma de comunicación letrada, de la palabra de Dios, pasó a la imagen visual, y de esta a los mass media.

Como ha dicho puntualmente Sloterdijk en otro de sus ensayos, el poder de educación del libro perdió crédito y éste ha venido siendo sustituido, invariablemente, por el poder del mercado y el dinero. Pero en el crepúsculo de estas dos variables de domesticación humana, la del libro y la de los mass media, la imagen facilitó un medio, un puente, para cruzar de un extremo a otro. Sin la imagen, el crédito del humanismo no podría contemplarse hoy como utopía. Comprobamos que cuando Heidegger declaró abiertamente, por vía de Nietzsche, que la aparición de la crisis del humanismo era eminente como condición filosófica, digamos que los surrealistas albergaron la esperanza de poder superarla mediante la imagen, fuera fílmica, pictórica o poética. Lezama, por ejemplo, creyó en la superación de la crisis a través de un sistema poético del mundo; Eisenstein, el cineasta ruso, por medio del montaje visual, y Dalí en los excesos futuristas del inconsciente visual pictórico.

A lo que vamos finalmente: la imagen ha mostrado a lo largo de su emblemático sentido humanista la declaración pesimista de Sloterdijk sobre la eugenesia de la protección. Es decir, por ejemplo, cuando se desliza en la mentalidad visual de un realizador como Miguel Coyula, apoyándose en un sofisticado medio tecnológico, tiende a olvidarse que Memorias del desarrollo le descubre la expresión visual de un cierto cinismo libertario que somete a Sergio a disimular el humanismo más pedestre.

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