
La respuesta estaba en la tragedia. La tragedia del morbo, de los bajos instintos desdibujando la línea divisoria que separa al hombre de la bestia, floreciendo a la vista de todos como el inodoro público desbordado de excrementos; la tragedia de lo inconfesable y lo grotesco, el descenso hacia los abismos, pendular e interminablemente agónico, de un alma atormentada por la sospecha. Por la sospecha de su mediocridad. Y esa era, precisamente, la especialidad del régimen cubano. Especialidad de la ca(u)sa. La explotación del morbo y la tragedia por vía de la mediocridad. De ahí que el agente Malahoja hubiese sido aceptado como agente. De ahí que él, el internauta mismo, no pudiera abandonarlo en su caída. Explotaban su caída (la del agente). Contaban con su curiosidad (la del internauta). Como uno no puede dejar de ver ciertas películas de terror y misterio.