google.com, pub-9878019692505154, DIRECT, f08c47fec0942fa0 Cuba Inglesa: Psicología del anónimo

lunes, 3 de enero de 2011

Psicología del anónimo

por Ángel Velázquez Callejas

1. Puede que nos sorprenda, pero la raíz de la palabra anónimo es muy antigua, tan antigua como la existencia misma. La existencia es anónima, nadie puede ser su autor. Anónimo proviene de la sentencia No, de no saber, de estar vacío. No era una negatividad negativa, sino positiva en relación al conocimiento verdadero. De ausencia de ego. Obras como la Biblia no tienen autores, porque quienes las escribieron estaban claros de que lo expresado no era de su autoría. Los presuntos autores, anónimos, fungían como médium, flautas divinas. Anónimo ha sido una palabra contaminada, empobrecida por la racionalidad y usada con la estrategia de perpetuar el ego. Un libro como The Cloud of Unknowing no posee autoría; es anónimo porque trata de la enseñanza suprema, de la relación amorosa entre un maestro y su discípulo.

2. Hoy nada puede ser anónimo porque el ser humano ha perdido el contacto amoroso con su propia existencia. Anónimo se convirtió, con Aristóteles, con la lógica, en una palabra perturbadora, fea y criminal. El teatro griego puso en evidencia la máscara del ego, el origen del nuevo anonimato. El ser humano en esencia es anónimo, pero la palabra recobró una suerte de suero racional y la convirtió en algo utilitario, defensivo y al mismo tiempo agresivo.

3. Me gustaría decir que la antigua connotación de la palabra anónimo poseía un significado femenino. Una palabra que asumía receptividad, creatividad, crecimiento. Pero Anónimo sufrió una conversión a lo masculino, a lo agresivo. Su lenguaje es la voluntad de poder, la de imponerse mediando bajo una máscara. Existe una frase contemporánea muy conspicua que establece un paralelo con el anónimo: “soy un luchador”; “mi marido es un luchador”; “en la vida hay que luchar”. Esta ha sido la frase que psicológicamente ha creado una nueva tentativa de expresividad del anónimo. El anónimo no es Anónimo, sino el escudo protector del ego, del miedo, del terror a ser libre.

4. Anónimo se convirtió en estrategia para consolar al ego. Si mi ego se ve sentenciado a muerte, si no puedo enfrentarme directamente, entonces anónimo me salvará. Es en abstracto, pero funciona. Una palabra puede hacer funcionar las cosas. Por eso digo que Anónimo ha perdido el sentido existencial y vital, se ha convertido en una simple palabra hipnótica para luchar en retirada, para suponer que aun, pese a estar derrotado, se está en la lucha. Así es como han estado funcionando las cosas desde hace siglos. El ser humano se bate en retirada. Todo el Mahabharata, la epopeya hindú, recrea la situación de concilio entre el ego y el escudo que lo protegerá. Krishna le informa a Arjuna: despójate de todo y ve sin miedo al campo de batalla porque nadie morirá. Pero Arjuna duda y dice: sin mi escudo no iré. Cervantes recreó la misma situación con Don Quijote. El anónimo contemporáneo y moderno ha creado los más sutiles escudos para protegerse. Estos escudos no son físicos, sino psicológicos. El primero y más importante de esos escudos es el anónimo mismo.

5. Un anónimo proyecta una utilidad: responderé porque no respondo. La respuesta de un anónimo es hacia sí mismo, hacia su ignorancia. Se protege para no ser mutilado y arrancado del sitio racional que lo engendró. La utilidad de sentirse incapacitado lo lanza al anonimato. Nadie responde desde el anonimato. Todas las respuestas de los anónimos son falsas, mediáticas, y cumplen un rol regulador del malestar que los oprime. El anónimo pone al descubierto uno de los problemas esenciales del ser humano actual: de que todos en un momento dado actuamos anónimamente. Somos entes bebidos por sueños y esperanzas. El anónimo resulta aleccionador en el mundo del ciberespacio: la llegada atroz de su última venida. El anónimo hoy más que nunca cobra importancia, porque contribuye a acelerar el proceso de anti-represión anónima de más de un siglo. Con los anónimos vemos un hecho: la sangre correr debajo del cincel. El ser humano expulsa su última condición de perro que le ladra a la luna.

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