Una manzana te cae en la cabeza y descubres la ley de gravedad. ¿Y cuántas manzanas no habrían caído antes -así como cagadas de pájaros, etc.- sobre y en torno a las cabezas de cuántas personas sin que estas descubrieran dicha ley?
Me pasó algo similar esta tarde cuando cerré los ojos: me miré por dentro e hice un descubrimiento que marcará un antes y un después en la historia de esta Matrix, pero que bien podía haber hecho desde hace décadas: El ojo propio no ve su realidad interior.
He ahí la tragicómica paradoja de los seres humanos conectados a la Matrix, carecen de realidad interior: intentan verla pero no existe, en lugar de piel o rugosidades, etc., solo aparece una especie de pantalla de tonos oscuros, a ratos pespunteada por rastros de luz. Un fenómeno de codificación.
Está claro que si ni siquiera puedes ver la piel que te cubre los ojos interiormente -si no puedes verte los párpados por dentro- no puedes afirmar que te conoces a ti mismo o que conoces algo además de lo programado. ¡Pero qué buena noticia! Significa que hay un más allá tras este más acá.