por Luife Galeano
No creo que tengamos que esperar a que caiga el telón de azúcar en Cuba para, entonces, llevarnos las manos a la cabeza espantados ante la miseria humana de los torturadores de siempre. No son, en ningún caso, las alforjas para ese viaje alucinante. Por tanto, el Parlamento Europeo debe ceñirse a su agenda política y no avanzar temas -mucho menos uno tan escabroso- antes de la inminente cita con las urnas. Y no debe hacerlo por dos razones muy sencillas:
La primera es que, a tan corto espacio de tiempo para la celebración de los comicios, un cambio de política de Estado no es aconsejable; máxime cuando el panorama político tras las elecciones va a ser muy diferente al actual. Es decir, el nuevo Parlamento Europeo debe ser el que reevalúe la Posición Común tras estos meses de pérdida de tiempo y no encontrarse con un más que posible bombón envenenado en el armario.
En segundo lugar, una situación como la cubana, en la que es público y notorio que el gobierno reprime a la sociedad, ignora a la oposición, no muestra el más mínimo interés en los conceptos de Libertad y Democracia y rechaza de manera permanente la posibilidad de celebrar elecciones libres, no debe evaluarse a la ligera por una serie de personas de marcado talante colaboracionista con la dictadura, y que ya casi tienen un pie fuera de las instituciones europeas. Es decir, no existe ni la imparcialidad de los posibles jueces ni la distancia en el tiempo que permita una evaluación justa.
Por otra parte, el hecho de que exista un nuevo canciller de Exteriores en Cuba tampoco aconseja lanzarse a las alegres maniobras cuando no se le conocen ni planes ni intenciones, salvo unas declaraciones en el acostumbrado tenor literal de la inaceptación y del injerencismo. El gobierno de Cuba se ha reestructurado no para la apertura sino para consolidarse en un ambiente militar impenetrable ante la posibilidad de las próximas exigencias del mundo libre. Si, como desean en la isla, Europa suaviza sus posturas, el gobierno cubano va a ver reforzada la suya y, además, lo considerará un espaldarazo a sus políticas represivas.
La democracia no se consigue entregando dinero a espuertas a siniestra y a siniestra (no es errata). España, en concreto, no hace más que embadurnar a la isla con dinero público de sus ciudadanos -el último contingente fueron 2 millones de euros del ayuntamiento de Sevilla- y la represión va en aumento. Claro que tal vez ese sea el deseo del gobierno socialista español y, como cada día queda más evidente, acoten la situación diseñando el espejo en el que mirarse para reprimir al ya exhausto y descapitalizado contribuyente peninsular.
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