por Denis Fortún
--¡No me llores, mi niña! --luego agregué, como si mis palabras pudiesen servirle de consuelo-- Al menos no lo hagas frente a gente que te quiere…
Me miró con cara de “no estoy para que un tipo que no conozco venga a tratar de apaciguarme”. Sin embargo, al parecer notó en mí sinceros deseos de auxiliarla, y muy cortés, intentando sonreír, me pidió que le mostrara el carrusel donde podía recoger su equipaje.
-- ¿Fueron duros arriba? -le pregunté. De nuevo esa mirada del inicio.
-- Estos cabrones, cada vez que vengo, me lo hacen difícil. Pero ahora se lucieron y casi me viran de nuevo para España. Las cosas que investigaron… para qué contar.
-- Es que las “cosas” se están poniendo difíciles para los cubanos últimamente --le comenté-- ¿Tú no vivías en Miami?
-- No. Yo hace mucho que resido allá.
-- No, te lo digo porque como te veo a cada rato por la televisión, en el programa de Carlos Otero, pensé que sí.
No me respondió. Se dispuso a montar en un carrito sus maletas. Yo no la dejé que lo hiciera. Finalmente, la acompañé a la puerta y allí ella me besó y agradeció mi gentileza.
Regresando al pódium de American, Yamel me preguntó: “Asere, ¿esa gordita no es la jeva que hizo Una novia para David”?
Yo asentí con la cabeza y seguí caminando, en lo que veía como mi “cofrade de aviones y bultos” le caía atrás a María Isabel Díaz, gritándome casi:
–¡Compadre! La vieja mía es fan de ella, desde Cuba... ¡Le voy a tirar una foto con el celular pa’ enseñársela a la Pura!
De la serie Crónicas del Aeropuerto