Hay que felicitar a la administración Obama por su giro de timón en el caso hondureño, esto es, por su disposición a reconocer al gobierno que surja de los comicios de este domingo en Honduras. Más vale tarde que nunca. En su momento, en este mismo espacio, criticamos la postura reduccionista –mimética podría decirse— adoptada por Washington. Rectificar es de sabios.
Y es que, como expresara hace pocos días Arturo Valenzuela, vicesecretario de Estado para América Latina, “por encima de todo los hondureños tienen derecho a elegir a sus representantes”. Las elecciones ya estaban inscritas en el calendario legal del país, con los principales candidatos electos ya antes de los sucesos que desembocaron en la expulsión del ex presidente Manuel Zelaya.
Pero sobre todo, hay que felicitar al pueblo y las instituciones hondureñas, quienes, contra todo pronóstico, enfrentados al terrorismo callejero y otras formas de desestabilización promovidas por Hugo Chávez y su agenda castrobolivariana, han sacado la cara por la democracia en Latinoamérica, frenando en seco el expansionismo totalitario. Se trata de un precedente más relevante de lo que a primera vista parece, y que deberíamos apreciar en todo lo que vale.
Como dijimos una vez aquí, la democracia es mucho más que un presidente electo, y bajo ninguna circunstancia un presidente electo puede estar por encima de la ley y las instituciones democráticas, so pena de convertir el Estado de Derecho en una caricatura de sí mismo. Fue esto último lo que intentó Zelaya, pero también fue esto último lo que evitaron la Constitución y las instituciones hondureñas, incluso contra la miope oposición de la comunidad internacional. Felicidades.