por Denis Fortún
La Mama al verme comenzó a llorar y balbuceó algo en creole que no pude entender. Dejó su carrito de limpieza a un lado y me abrazó con fuerza. Sentí como su pesado cuerpo, macizo, se desplomaba. Hice un esfuerzo enorme para no dejar que cayese al piso, de rodillas. Cabrerita vino a ayudarme y entre los dos levantamos a la buena mujer y la sentamos en un banco.
Más calmada, me contó en español que aquello es terrible, que su familia se quedó sin lo poco que tenían, que Port a Prince está desbastado.
Por suerte, La Mama no lamenta que un familiar cercano esté todavía enterrado bajo los escombros. Sin embargo, sufre y le duele lo mismo que otros que conozco que sí perdieron, además de sus casas, a padres, hermanos, amigos…
De la serie Crónicas del Aeropuerto