google.com, pub-9878019692505154, DIRECT, f08c47fec0942fa0 Cuba Inglesa: Paréntesis a ¿El espíritu de las naciones?

miércoles, 10 de febrero de 2010

Paréntesis a ¿El espíritu de las naciones?

por Ignacio T. Granados

La serie ¿El espíritu de las naciones? ha suscitado una discusión tan viva que ya requiere algunas aclaraciones acerca de su mismo objeto, pues cuando se habla de naciones se tiende naturalmente a pensar en su cronología, en la sucesión ordenada de hechos que supuestamente la conforman. Sin embargo, ya periódicamente surgen historiadores revisionistas que ponen en cuestión todo lo aprendido; igualmente, y como ejemplo, un pobre cura reaccionó al Concilio Vaticano II protestando porque cuando se había aprendido las preguntas le cambiaron las respuestas. De ahí que, quizás, el conflicto sea otro muy distinto del que se discute; más grande, aludiría al cambio de los tiempos, al que lógicamente cuesta mucho adaptarse porque implica el cambio total de perspectiva.

Eso no debería ser extraño a los cubanos salidos de la Isla después de los años ochenta, que se toparon con la crudeza de la perestroika soviética; porque sencillamente se trata de que el mundo es más grande que lo que vemos y, si es así, cuánto no lo serán la historia y la cultura.

El Positivismo mostró ser un principio válido, pero sólo como principio y no como método puntual; y en un comentario, el controvertido José Luis Sito aludió a la práctica revisionista de la historiología moderna. Por eso puede tratarse de que el conflicto sea otro, y se refiera al cambio de perspectiva; cuando el manejo del conocimiento excede a la posesión de libros y se hace accesible a la imaginación, cuando justo la inteligencia consiste no en la recolección de datos sino en la capacidad de relacionarlos y sacar conclusiones de ello.

¿El espíritu de las naciones? alude a otra cosa que a la cronología, que es en lo que consiste la historiología positiva y ya convencional; la que se maneja a niveles de credibilidad media [¿mediocridad?], como en su tiempo lo fue la geografía ptolemaica. Después de todo, es lógico que los profesores ilustrados y enciclopedistas se nieguen a la evolución: ya antes quemaron a troche y moche, cuando alguien se atrevió más allá de sus barreras ilustradas y con ello cuestionó sus obscenas sinecuras.

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