google.com, pub-9878019692505154, DIRECT, f08c47fec0942fa0 Cuba Inglesa: Erótica, el espacio interior (II)

domingo, 21 de noviembre de 2010

Erótica, el espacio interior (II)

por Ángel Velázquez Callejas

Será legítimo para el hombre de Playa Hedónica, de la novela Erótica, ser pragmático y celebrar la vida mirando su lado cómico, pero no hallaremos en él ninguna responsabilidad al respecto. Se volverá lenitivo pragmático para enfrentar la vida, para hacerla más placentera y feliz, con el objetivo de aliviar ese lado trágico, pero la dicha, el lado religioso de su existencia, no será para él. La libertad sin responsabilidad puede ser usada para aliviar y para aplacar el sentido trágico de la cultura, pero no sirve para crecer. Al no ser necesario en esta vida, vacío de significado, el hombre de Playa Hedónica tiene que llenarlo mediante la productividad. ¿Es religiosa o política la actitud de Playa Hedónica?

Ese es el dilema que no alcanza a solucionar Erótica: el placer por el placer, por muy productivo que sea, no irradia tampoco sentido de verdad a la vida; no permite dar religiosidad individual, sino política. Aún el ego persiste. ¿Esa alternativa conduciría en un futuro a cambiar el panorama esencial de la cultura cubana? En mi modesta opinión, Playa Hedónica se presenta como una posibilidad en el orden político, no en el sentido cultural y religioso. ¿Por qué? Porque el significado dado a la patria ha sido distorsionado, parcial, desde un principio. Patria nos ha llegado esencialmente como un símbolo de la nacionalidad, del ego nacional, cuando Martí y Lezama intentaron darle un matiz religioso.

Dado que ha sido fijada y orientada hacia el placer, Playa Hedónica pierde contacto con la existencia, con el origen patrio-religioso de la humanidad. ¿Dónde está la libertad, la responsabilidad en este sentido? En un proceso de transformación total del individuo, no de la sociedad. En Playa Hedónica veo suspendida la libertad, porque al fin y al cabo el concepto “uno mismo, mi mujer, mi familia, mis amigos”, sufre de alteridad. No hablamos ya de individualidades, sino de una colectividad. Sartre dijo con razón: “El infierno son los otros”. ¿Qué realidad es esta? En Playa Hedónica viviremos bajo un significado preestablecido, constituyendo una creencia imaginada. Es por eso que Erótica pierde el control y salta por encima de sus pies, porque intenta medir la vida con un significado, con una construcción verbal evocada, imponiendo un nuevo sentido, una nueva otredad metafórica.

Eso fue lo que quiso evitar Lewis Carroll a través de la belleza mágica de Alicia en el país de las maravillas: la vida no puede ser medible y no debe admitir ningún significado de antemano. Cuando Alicia despierta del sueño cuenta inmediatamente lo ocurrido como una demostración de absoluta libertad: el mundo del que acababa de regresar estaba totalmente desguarnecido de significado. Allí no estaba Dios para dar significado a la vida; tampoco hay vida después de la muerte, ni historia, ética, moral o pecado original. Allí la vida no estaba dividida en estamentos estancos, como se vive en la actualidad, sino era espaciosa, sin límites. La vida fluía sin división.

De modo que los pensadores existencialistas, más racionales que cualesquiera otros, en especial Sartre, excluyeron esos atributos que daban significado a la vida y vieron lógicamente que no había ningún sentido positivo que designar, tan solo tragedia, aburrimiento y suicidio. Erótica proyecta el polo opuesto e intenta dar un significado positivo, pragmático y productivo, usando el mismo argumento lógico, la misma fullería lógica de los existencialistas: desaprobando ahora los atributos negativos de la vida. En este sentido, Erótica se vuelve política del placer y se atasca metiéndose en su concha.

Le sucedió al Zorba, personaje de la novela de Nikos Kazantzakis Zorba el griego. Tocaba el instrumento musical, bailaba en la playa y gozaba del sol y la arena, pero todo era una locura; su individualidad permanecía invulnerable. La productividad, hacer cosas para ser feliz, no adjudica un punto de vista más elevado. Zorba trabajaba duramente y disfrutaba del trabajo, de las cosas nimias de la vida, pero no estaba atento a su quehacer. La felicidad era solo sensorial. Y a Erótica le falta ese ingrediente esencial que es la atención, la percepción directa desde la individualidad: más que ser plenamente feliz, debería proponerse ser plenamente consciente.

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