¡Oh mi amor, cuál es tu realidad! –preguntó Richard del Monte a Idamanda un tanto perdido y confundido en El Hecho, porque El Hecho en sí mismo, aunque parezca real, es un sueño, es como la proyección del sujeto ante un mundo irreal. ¿Cuál es tu realidad entonces, Idamanda?
Desde aquí la novela Erótica (Letra de Molde Ediciones, Miami, 2010), de Armando Añel, da un giro espectacular. “De entender los factores puede que me halle a mí; pueda que te sintonice con mi realidad, porque de lo contrario todo será un sueño, una proyección de tu mente ante el hecho virtual”, replicaría Idamanda. “Entregándote escrupulosamente a la causa que te abrió a lo más puro de ti, consagrándote en tu esencia, serás libre, serás plenamente feliz” (Los Tres Factores, págs. 103-104). No es que la libertad y la felicidad sean la realidad, como postulan los hedonistas, sino una manifestación desde donde hallarla.
¿Desde qué lugar de su interior pregunta Richard del Monte? ¿Desde el ego o desde su realidad? Todos pensamos que el ego es nuestra auténtica realidad. Nada más falso. No es cuestión de lógica, sino también de amor: Del Monte debe entender los Tres Factores, entonces comprenderá. Este es el típico diálogo de amor; el lenguaje del amor erótico. Este es uno de los posts de mayor profundidad de la novela. Erótica da a partir de él un giro espectacular, insisto. Deben entenderse los Tres Factores: 1. el momento, 2. La capacidad y 3. la iniciativa.
En un lugar de su obra, Nietzsche afirma que el hombre tal y como es (en su momento) desafortunadamente depende de la imaginación. El hombre pese a todo el esfuerzo realizado en el arte y la literatura tiembla ante la realidad; no puede vivir con ella. No puede siquiera visualizarse en ella. Nietzsche es muy puntual ante un Hecho: La imaginación no tiene que ver nada con la realidad; no tiene parangón de similitud con El Hecho. Eso sí, para Nietzsche la imaginación ayuda, pero es solo como un consuelo para fortalecer vivo el ego, para evitar la muerte. Puede que pase inadvertida la posición intrínseca de un poeta, de un ensayista, de un novelista; pero Nietzsche dice que algo de falsedad oculta en su interior.
No se malentienda a Nietzsche porque parece estar en lo cierto: una observación empírica y tendencial de la actitud del hombre lo pone en evidencia: el hombre tiene miedo a la realidad, a estar presente ante El Hecho. Más bien entre estas dos estaciones –imaginación y realidad-- existe una distancia, que en los días que corren se agranda más. Los hedonistas se han posesionado en el crespúsculo. En ese sentido, el hombre de hoy es tan igual al hombre de ayer que no le importa ser descubierto. Crea mucha filosofía y mucha retórica. Debido a esto, la literatura de hoy ha sido un subproducto de la literatura de ayer. Erótica quiere desprenderse de ese viejo maniqueísmo.
Desde aquí la novela Erótica (Letra de Molde Ediciones, Miami, 2010), de Armando Añel, da un giro espectacular. “De entender los factores puede que me halle a mí; pueda que te sintonice con mi realidad, porque de lo contrario todo será un sueño, una proyección de tu mente ante el hecho virtual”, replicaría Idamanda. “Entregándote escrupulosamente a la causa que te abrió a lo más puro de ti, consagrándote en tu esencia, serás libre, serás plenamente feliz” (Los Tres Factores, págs. 103-104). No es que la libertad y la felicidad sean la realidad, como postulan los hedonistas, sino una manifestación desde donde hallarla.
¿Desde qué lugar de su interior pregunta Richard del Monte? ¿Desde el ego o desde su realidad? Todos pensamos que el ego es nuestra auténtica realidad. Nada más falso. No es cuestión de lógica, sino también de amor: Del Monte debe entender los Tres Factores, entonces comprenderá. Este es el típico diálogo de amor; el lenguaje del amor erótico. Este es uno de los posts de mayor profundidad de la novela. Erótica da a partir de él un giro espectacular, insisto. Deben entenderse los Tres Factores: 1. el momento, 2. La capacidad y 3. la iniciativa.
En un lugar de su obra, Nietzsche afirma que el hombre tal y como es (en su momento) desafortunadamente depende de la imaginación. El hombre pese a todo el esfuerzo realizado en el arte y la literatura tiembla ante la realidad; no puede vivir con ella. No puede siquiera visualizarse en ella. Nietzsche es muy puntual ante un Hecho: La imaginación no tiene que ver nada con la realidad; no tiene parangón de similitud con El Hecho. Eso sí, para Nietzsche la imaginación ayuda, pero es solo como un consuelo para fortalecer vivo el ego, para evitar la muerte. Puede que pase inadvertida la posición intrínseca de un poeta, de un ensayista, de un novelista; pero Nietzsche dice que algo de falsedad oculta en su interior.
No se malentienda a Nietzsche porque parece estar en lo cierto: una observación empírica y tendencial de la actitud del hombre lo pone en evidencia: el hombre tiene miedo a la realidad, a estar presente ante El Hecho. Más bien entre estas dos estaciones –imaginación y realidad-- existe una distancia, que en los días que corren se agranda más. Los hedonistas se han posesionado en el crespúsculo. En ese sentido, el hombre de hoy es tan igual al hombre de ayer que no le importa ser descubierto. Crea mucha filosofía y mucha retórica. Debido a esto, la literatura de hoy ha sido un subproducto de la literatura de ayer. Erótica quiere desprenderse de ese viejo maniqueísmo.